Racionalidad en Tiempos de Cólera: Sociedad e Institucionalidad I
Algo ha sucedido, que ha remecido la realidad política y social. Por una parte está la sostenida baja en las encuestas de aprobación del presidente y la oposición, y por otra, marchas multitudinarias generando que, todo el mundo se manifieste, por último y de forma simultanea tenemos atisbos de crisis económica. Sin embargo, todo lo anterior ¿no nos suena parecido a lo que eventualmente sucede en diferentes gobiernos? ¿Qué es lo nuevo en esta situación?
Hoy de forma sencilla y sin mayor intervención podemos encontrar la visión discreta de algún ciudadano, lo que ha ocurrido no ha dejado sin opinión a nadie, la gente en las esquinas no solo comenta lo sucedido, sino que también se han manifestado de distintas formas para expresar su sentir respecto de lo que sucede.
Ahora bien, lo evidente es que hay un descontento generalizado por una parte de la población sobre la dirección que ha tomado el país los últimos 30 años, descontento canalizado tanto hacia el gobierno como hacia la oposición (según los últimos resultados de las encuestas de aprobación). Nos hemos percatado de una sociedad civil movilizada por la gran diversidad de intereses que pudiesen representarse en los distintos sectores, potenciados mayormente durante el último decenio.
Por una parte están los sectores caracterizados por sus demandas estacionarias como los profesores (Colegio de Profesores) que mantiene las mismas demandas desde los 90, los trabajadores (CUT) y los funcionarios públicos (ANEF) y por otra, están, por sobre todo, los secundarios y los jóvenes universitarios movilizados que, no accidentalmente, para la revolución pingüina eran estudiantes de 1º y 2º medio.
Lo anterior, ha generado un escenario propicio para el surgimiento o fortalecimiento de grupos de interés como los ambientalistas, los movimientos por los derechos sexuales y, en general, la ciudadanía descontenta por el servicio de transporte, salud, etc. Si bien su malestar y sus manifestaciones han estado presentes durante bastante tiempo el acontecer nacional ha instigado la explosión en torno a las distintas opiniones o manifestaciones lo cual nos entrega un escenario en el cual la voz de la opinión pública se acentuada.
Los movimientos actuales, pertenecientes a ésta realidad liquida como la define Baumann, surgen como un grupo de presión articulados en función de intereses múltiples y esporádicos (además de atomizados, muchas veces), por tanto en dicha situación, la cuota de racionalidad debe asignársele a quien le corresponda. En un momento como este, es fundamental generar escenarios propicios para la gobernabilidad, pero más aún para la gobernanza, o sea que quien detenta el poder sea capaz de manejar demandas multidireccionales con la jerarquización y priorización que corresponda. Significa entonces que el cuestionamiento va hacia la institucionalidad incapaz de adaptarse a la flexibilidad de la sociedad civil, una sociedad articulada en esta generación de las TICs y la autoconfiguración no requiere solamente un gobierno electrónico conectado a facebook, necesita espacios de representatividad, un grupo de poder que sea capaz de captar las diversas demandas ciudadanas de forma oportuna y precisa y que, por supuesto, sea capaz de tomar decisiones acertadas en el sentido de las necesidades expresadas.
Lo que se cuestiona hoy, es una institucionalidad anquilosada en defender modelos de representación o canales de información que no necesariamente sirven o encaran a la o las necesidades de la población. Muy por el contrario lo que se requiere es una institucionalidad a la vanguardia que efectivamente sea representativa y capaz de adelantarse a las necesidades de una nueva sociedad que definitivamente ha cambiado no tan sólo en su forma de relacionarse sino también en su forma de manifestarse.
Entendiendo todo lo anterior, esta contingencia debe ser observada como una oportunidad para la institucionalidad (institucionalidad entendida desde la oficialidad, pero también desde la oposición) política, en dos direcciones:
1. Por una parte como motor del desarrollo del país, entendido como la generación de un ambiente propicio para el adecuado avance de los individuos y la sociedad, en igualdad de condiciones, canalizado a través de la gestación de políticas en pro de los planteamientos del movimiento social, o lo que algunos denominarían como la idea de cabecera.
2. Por otra, y como base de la legitimidad se debe fortalecer la capacidad de liderazgo y de manejo de crisis por parte del Gobierno de turno, esto a través de la comunicación de los grupos de interés además de, porque no pensarlo, un reforzamiento de las capacidades resolutivas de la población en torno a situaciones comunes los cuales pueden verse reflejados en ejercicios de participación ciudadana a base de hechos concretos por vía electoral ya sea comunal o barrial.
Finalmente la búsqueda de un equilibrio entre poder escuchar las demandas de la ciudadanía y ser capaz de implementar políticas públicas adecuadas al crecimiento y desarrollo nacional nos proveerán de un adecuada atención de demandas ciudadanas.
El cuestionamiento continuara más allá de la crisis estudiantil, las movilizaciones pueden reestructurarse y adecuarse en torno a nuevas demandas si lo que no cambia es el aparato estatal y en general los núcleos de poder, al menos en la forma en que se conecta y relaciona con la ciudadanía.
Matías Urrutia Lastra
Socio Fundador www.paisproactivo.cl
El autor de la presente columna de opinión es Administrador Público y Licenciado en Ciencias de la Administración Pública de la Universidad de Santiago de Chile. También posee un Diploma en Políticas Públicas de esta casa de estudios superiores. Realiza labores profesionales como Encargado de Servicios Generales en la Agencia de Cooperación Internacional.
Nota: Las opiniones vertidas en esta sección son de exclusiva responsabilidad de quién las emite y no representan necesariamente el pensamiento de www.paisproactivo.cl
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