Las personas son personas
Sin lugar a dudas, existen diferencias entre las personas de un mismo país o localidad, ya sea por condiciones étnicas, religiosas, culturales o socioeconómicas. Sin perjuicio de los esfuerzos a nivel mundial por combatir la pobreza y lograr equidad en derechos humanos, vivimos en una sociedad cada vez más individualista y competitiva que olvida un principio básico: todos tenemos derecho a ser tratados como personas.
Como seres inteligentes podemos percibir el “trato preferente” entre los diferentes grupos sociales, principalmente, en las segmentaciones de mercado que hacen las grandes industrias. Todos buscamos maximizar nuestros beneficios, pero olvidamos contribuir con las personas que son más vulnerables o que no pueden acceder por si mismas a un nivel de vida mejor, cuando la ayuda que les proporciona el Estado no es suficiente, dado los recursos limitados que maneja.
Existen conflictos estructurales en las sociedades que complejizan la tarea de disminuir las brechas entre los grupos sociales, dado que, los problemas van intrínsecos en situaciones concretas, más allá de las disputas entre los involucrados. Puedo citar como ejemplo el conflicto estudiantil. Aquí vemos como la generación actual es consciente que la base de las diferencias socioeconómicas de nuestro país reside en las oportunidades de educación que puede alcanzar cada individuo y lo complejo de encontrar una solución a corto plazo, bajo un escenario donde históricamente se han hecho cambios insuficientes en la Constitución Política vigente.
¿Cómo lograr igualdad de derechos y oportunidades entre las personas cuando se deben combatir situaciones predeterminadas en la sociedad? Particularmente, creo que el tema pasa por generar voluntades y tener la capacidad de discernir que los conflictos deben ser resueltos basándose en un cambio de mentalidad y sentido común, dado que las bases u orígenes de estos problemas, son producto de conflictos estructurales, es decir, son previos y forman parte de la construcción de la conciencia social, por tanto, difíciles de tratar a mediano o largo plazo, considerando los cambios de gobierno y lineamientos establecidos.
Hace unos días, hemos perdido a 21 compatriotas en el accidente aéreo de la isla de Juan Fernández. Ellos viajaban para colaborar en la noble tarea de levantar una zona devastada por el tsunami del 2010. Una calamidad que lleva más de un año sin ser resuelta y que habla también, del problema de conectividad y acceso a los servicios básicos que existe en las zonas rurales de nuestro país. Sin ánimo de abanderarme a algún pensamiento político o dogma religiosa, llevo este caso a colación para destacar la labor social que hace falta, apelar a los valores humanos que son difíciles de aplicar en la vida cotidiana, porque a veces uno termina pecando de “ingenuo” y surgen los aprovechamientos… En momentos donde somos capaces de reconocer la fragilidad de la vida y el poco tiempo que tenemos en este mundo para ser felices, ante la innegable realidad de que somos mortales, nos damos cuenta de la importancia de las “personas” que rodean nuestra existencia.
Sólo quiero apelar a una realidad presente, que existen desigualdades de oportunidades y de gozar de los mismos derechos a nivel global. Sin embargo, simultáneamente, existe la posibilidad personal de practicar la humildad y la solidaridad entre nosotros, tratarnos como personas a pesar de nuestras diferencias, solamente por el hecho que compartimos el mismo planeta.
Denisse Arredondo Pizarro
Socia Fundadora de www.paisproactivo.cl
La autora de esta columna de opinión es Administradora Pública y Licenciada en Ciencias de la Administración Pública de la Universidad de Santiago de Chile.
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